Ni el hábito hace al monje ni la chaquetilla hace al cocinero. Empezamos a acercarnos a la era de los abuelos con tatuajes, piercings y dilataciones, porque al fin y al cabo todos envejecemos y lo que eran símbolos de juventud quedan ya en algunos como vestigios del pasado.
Pero aun entrando en esta nueva época de liberación, seguimos viviendo de manera paralela reprimidos por el que dirán, el no me van a contratar y por la fachada de lo tradicional. Todos hemos escuchado alguna vez la frase: “Me encantaría tatuarme eso pero…uff…es que estoy buscando trabajo y no sé qué van a pensar…” o “Cuando apruebe las oposiciones me lo tatuo, antes no, porque seguro que si me ven no apruebo…” Este es el día a día de mucha gente, a la que se le unen los que les gustaría un piercing, los que son fans de las dilataciones o incluso los que reprimen sus ganas de teñirse el pelo de naranja (cosa que yo me permití el lujo de hacer de adolescente)
Toda esta estética, es un arsenal de fuego para los que viven rodeados de prejuicios y les dan pie para desacreditar, de forma muy equivocada, el trabajo de los demás sin conocer su profesionalidad. En nuestro caso, un pelo azul, unas rastas o un tribal en el cuello no te hacen ni mejor ni peor cocinero. Si no das pie con bola entre los fogones o si eres el puto amo de los cuchillos, te aseguro que nada tiene que ver con el nombre de tu ex escrito en el antebrazo (que también te digo vaya mala suerte, pero hoy en día se puede quitar ¡Ánimo!).
Pero insisto, vivimos paralelamente dos realidades muy diferentes. Si pones la tele un domingo por la noche te encuentras con David Muñoz y su equipo del Diverxo, entre los cuales no faltan las crestas, los colores y el metal. Un chef con tres estrellas Michelin y que se ha convertido en la cara de muchas marcas conocidas. Esto le transmite al mundo televisivo una imagen de liberación para nuestro sector, pero como siempre, la tv cuenta verdades a medias.
El clásico cocinero de gorro alto, chaquetilla blanca, pantalón de pata de gallo y pico al cuello, se queda ya para las escuelas de hostelería, que por desgracia, siguen preparando a los estudiantes para un mundo muy diferente al que se van a encontrar.
Eso sí, que nadie me malinterprete y use sus prejuicios para dar la vuelta a la historia y llamarnos desarrapados e inconscientes. Por delante, debe ir siempre la seguridad y la higiene, que son máxima prioridad en nuestra profesión, pero sinceramente no creo que ninguna de las dos tenga por qué estar reñida con la estética personal de cada uno.
Buscando información para escribir este Post, me topé con una web que hace un trabajo fotográfico muy interesante, para concienciar de manera muy visual esto mismo de lo que os hablo hoy. Aquí os dejo su link. #lasaparienciasengañan @lasaparienciasengañan
Y tú, ¿En cuál de las dos realidades vives?
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