Adrian Quetglas es un nombre que estaba en boca de muchos antes y después de recibir su primera Estrella Michelin en noviembre de 2016, y yo personalmente ya tenía ganas de disfrutar la experiencia de su restaurante.
Para los que no saben de él, es un pequeño local muy bien situado en el Paseo Mallorca y regentado por el mismo chef que le da nombre. Definido como un argentino con sangre mallorquina y que pasa su cocina por un filtro mediterráneo. Toda una fusión cultural que da lugar al menú del que os hablo hoy.
Previa reserva, nos presentamos en la puerta para ser muy bien recibidos y acomodarnos en una mesa interior, junto a un mini jardín puesto en la cristalera que le otorga gran vida a la sala.
He de decir que fuimos al mediodía y a esa hora la oferta consiste en un único menú de cinco platos, con un precio de 35€, que te presentan nada más llegar para que puedas dar tu conformidad. La oferta se puede complementar con un maridaje de vinos, por 25€ más.
Nos encontramos con…
Selyodka pod shuboy
Crema de hierbas aromáticas con trufas de morcilla y aceite de avellanas
Trucha atlántica con hinojo y beurre blanc de naranja
Ternera con Parmentier de topinambour, ragú de setas y madere
Tartar de fresas con hierba buena y chocolate
Para empezar, una selección de tres panes acompañados de un alioli de leche, cítrico y muy aromático. Como veis, el menú estaba compuesto por una serie de productos bastante asequibles con los que Adrián juega muy bien para sacarles el máximo provecho. Destacan notablemente los elementos aromáticos como hinojo, naranja, hierba buena… que le dan bastante carácter y personalidad a los platos.
Cada uno de los cinco era una composición de color muy agradable de ver, que te recordaba constantemente que estamos en primavera. La remolacha y el topinambour también me marcaron los sabores de los platos, con su aroma y sabor terroso tan característico.
Como anécdota decir, que la ternera que comimos como plato principal, no supimos exactamente qué era hasta después que le preguntamos al camarero. Mientras la disfrutábamos, ya surgieron nuestras sospechas y finalmente nos confirmaron que era lengua. Muy bien cocinada y muy tierna, de manera que mucha gente con paladar más limitado podría interpretar como otra pieza más noble del vacuno, y disfrutarla igualmente sin saber lo que come.
En caso de buscarle un punto débil al menú, he de decir que personalmente el postre no me gustó tanto como sus cuatro predecesores. Igualmente colorido, aromático y bien emplatado pero sin un sabor para recordar. Aun así, me provocó las ganas de querer conocer otros postres suyos para resarcir ese final de menú.
En cuanto a relación calidad-precio he de decir que me parece insuperable, teniendo en cuenta factores como: el centro de Palma, una estrella Michelin, producto fresco, vajilla de diseño y el ratio alto de trabajadores por comensal que pude apreciar. Esto me hace ver que la alta cocina cada vez está más al alcance de casi todos, dejando atrás el exclusivo y hermético mundo de los pocos que tienen dinero. A la vez de mostrar un aspecto más juvenil de los restaurantes con estrella, pudiendo darte un servicio perfecto con vaqueros y deportivas.
Terminando este post no hago más que pensar en cuando podré volver al restaurante Adrián Quetglas, eso sí, por la noche para poder apreciar el concepto entero, completándolo con su menú de siete platos.
¿Aún buscáis excusas para no conocer la cocina con estrella?
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